Minuta sobre Economía Mundial
El siguiente
material fue presentado por el SI de la LIT-CI para la discusión del punto
sobre economía mundial en su reciente IX Congreso, realizado entre el 26 de
julio y el 3 de agosto pasado
Introducción
En junio-julio del año pasado, la crisis
del mercado inmobiliario de EE.UU. se expresó en un fuerte sacudón financiero,
con epicentro en Wall Street y desde allí comenzó a extenderse al resto del
mundo. Los cientos de miles de millones de dólares que los bancos centrales de
EE.UU., Europa, Canadá y Japón "derramaron"
en los mercados financieros sólo sirvieron para frenar el derrumbe bursátil e
impedir la quiebra en cadena de los bancos y otras entidades financieras.
Pero la crisis continuó profundizándose,
especialmente en EE.UU. A la caída del Bear Stearns, le suceden, en días
recientes, la de dos gigantes de la banca inmobiliaria (Fannie Mae y Freddie
Mac), una situación muy difícil de uno de los grandes bancos de inversiones (Lehman
Brothers) y pérdidas acumuladas por el cuarto trimestre consecutivo de
otros (Citigroup y Wachovia). De los
gigantes de inversiones, sólo Goldman Sachs se mantiene entero. Al mismo
tiempo, se produce un claro descenso del consumo (expresado, por ejemplo, en la
caída de ventas de automóviles) y una pérdida creciente de puestos de trabajo.
En Europa, luego del costoso salvataje
del BNP Paribás (Francia) y del Northern Rock (Gran Bretaña), todos los
indicadores de la economía están frenándose con expresiones más agudas en
países que, como España, también tenían su propia “burbuja inmobiliaria”, donde
acaba de caer la principal empresa del sector. Además de España, ya se
encuentran de hecho en recesión Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda.
Al mismo tiempo, la crisis se expresa y
se realimenta con el alza de los precios de los alimentos, y la inflación en general, que impactan
fuerte y directamente sobre el nivel de vida de los trabajadores y las masas y
que ya han provocado, hace pocos meses, la llamada “rebelión de los
hambrientos”.
Por eso, actualmente, casi todos los
analistas burgueses coinciden en que EE.UU. ya está en recesión, que esta
situación continuará y que tendrá un impacto sobre el conjunto de la economía
mundial. La discusión entre ellos gira sobre la profundidad y la duración que
alcanzará la crisis y sobre los mecanismos para enfrentarla. Algunos
economistas burgueses muy serios, como Stiglitz y Krugman, consideran que se
trata de la peor crisis desde 1929. Es decir, no estaríamos frente a una simple
crisis cíclica del capitalismo sino frente al inicio de una fase descendente
mucho más profunda y duradera.
Las crisis de la economía capitalista pueden
ser analizadas en tres diferentes aspectos. El primero son los mecanismos
estructurales de estas crisis, analizados por Marx en El Capital; el segundo son los rasgos propios que determinan la
configuración más especifica de cada crisis y el tercero, finalmente, son sus
perspectivas concretas. En este material, trataremos de abordar los tres
aspectos, incorporando en su desarrollo las polémicas que existen actualmente
en los diferentes análisis que realiza la izquierda a nivel mundial. También
incorporaremos las elaboraciones sobre la “crisis de los alimentos” y cómo ésta
se entrelaza con la crisis económica en curso.
I. Las bases estructurales de la
crisis
En El Capital, su obra más importante
dedicada al estudio de la economía capitalista, Marx analiza los rasgos
fundamentales de las crisis cíclicas del capitalismo:
1) El capitalismo
se caracteriza por ser una economía productora de mercancías; es decir, valores
destinados a ser vendidos en el mercado.
2) En la producción
de mercancías, solo la fuerza de trabajo
crea nuevo valor. Las maquinarias y materias primas se limitan a restituir
el valor aportado.
3) Por eso, Marx
clasifica la inversión que realizan los burgueses en capital variable o
"v" (salarios para compra de fuerza de trabajo) y capital constante o "c" (compra de los otros factores).
4) Los capitalistas
se apropian de una parte del valor producido por la fuerza de trabajo porque
solo pagan una fracción de ese valor, a través del salario. Esa parte del valor
apropiado, Marx la denomina plusvalía.
5) La plusvalía se
genera en la producción y se realiza en el mercado, con la venta de las mercancías,
siendo así la base de la ganancia de los
capitalistas (aumento del capital inicial invertido a través de la
capitalización de la plusvalía).
6) Los capitalistas
miden el resultado de su inversión a través de la tasa de ganancia. Es decir, el crecimiento del capital invertido luego
de un circuito completo de producción-venta-capitalización de plusvalía.
7) La competencia lleva a
los capitalistas a invertir de modo creciente en maquinarias y tecnología para
producir más y a menor costo. Es decir, tiende a aumentar la parte proporcional
de capital constante (c) y a disminuir la del capital variable (v). Estas
diferentes relaciones entre c y v determinan lo que Marx llama composición orgánica del capital.
8) El crecimiento
proporcional del capital constante en las inversiones permite, en un periodo
inicial, un aumento de la tasa de ganancia. Estos elementos (crecimiento simultáneo
de las inversiones y de la tasa de ganancias) son los rasgos centrales de la fase ascendente de los ciclos de la economía
capitalista.
9) Posteriormente,
sin embargo, la tasa de ganancia comienza a caer, en un proceso que Marx
estudia en su Ley de la tendencia
decreciente de la cuota de ganancia.
10) Al caer la tasa de ganancia, los
capitalistas comienzan a disminuir sus inversiones. Se produce así el punto de
inflexión que inicia la fase descendente
de los ciclos económicos (o crisis cíclica).
Las crisis económicas son, entonces, inherentes al sistema capitalista y a su
propia estructura de funcionamiento.
11) Al provocar la desinversión,
la caída de la tasa de ganancia es la base o esencia de todas las crisis capitalistas. Sin embargo, esta esencia
se manifiesta y se hace visible a través de la forma de una crisis de
superproducción, es decir comienzan a sobrar mercancías producidas que no
encuentran comprador. El surgimiento del capital financiero, en la época
imperialista, también determinó que puedan manifestarse inicialmente como crisis financieras, es decir en el
mercado de capitales, o combinándose con una crisis de superproducción. Pero,
en todos los casos, la base de las mismas es la caída de la tasa de
ganancia.
11) Al mismo tiempo, las propias
crisis generan mecanismos para
superar, por un período, las causas que las provocan: quema de capitales
(cierre de empresas) y presión a la baja de los salarios por la desocupación,
aumentando así la tasa de plusvalía extraída a los trabajadores. Además, el
capitalismo ha generado toda otra serie de mecanismos
para evitar o atenuar la caída de la tasa de ganancias: centralización del
capital en empresas cada vez más grandes, explotación de otros países,
intervención del Estado, etc. Sin embargo, lo único que realmente puede
sostener la tasa de ganancias en plazos más largos es el aumento de la plusvalía absoluta; es decir, un crecimiento de los
ritmos de producción y explotación de los trabajadores mayor que la inversión total
de capital.
Un carácter cada vez más especulativo
Estos análisis de
Marx siguen teniendo plena vigencia y son imprescindibles para la comprensión
de las causas estructurales de cualquier crisis capitalista. Sin embargo, Marx
analizó el capitalismo de su época, centrado en el capital industrial,
alrededor del cual se ordenaban y se supeditaban los otros sectores (agro-ganadería,
banca, comercio, etc.).
Posteriormente,
como parte del intento de superar la caída de la tasa de ganancia, se dio un
proceso determinante: el surgimiento del capital
financiero, como resultado de la fusión del capital bancario y el
industrial, proceso estudiado por Lenin en su famosa obra sobre el inicio de la
fase imperialista (o "superior") del capitalismo. Entre otros
procesos negativos de esta fase, el decadente capitalismo imperialista tiene
una tendencia especulativa creciente. Es decir, existe una masa cada vez mayor
de capitales parasitarios (que no producen nuevo valor ni ayudan a generar las
condiciones para crearlo) volcados hacia la especulación y la búsqueda de
ganancias rápidas. Capitales que van a disputar la plusvalía producida,
tratando de apropiarse de una parte de ella. Como veremos más adelante, esto acentúa
el carácter inestable y la fragilidad de la economía capitalista.
Los regulacionistas o la “nueva fase” del imperialismo
Existen corrientes
que, sobrevalorando algunos procesos de la realidad, cuestionan, de hecho,
estos análisis de Marx y de Lenin. Ellos consideran que el sistema capitalista
imperialista, si bien se torna cada vez más perverso, ha conseguido
fortalecerse frente a la clase obrera y asegurarse una sobrevida que alarga la
fase de “agonía” definida por Lenin.
Por ejemplo,
François Chesnay afirma que, después de la II Guerra Mundial, el capitalismo logró
mecanismos que le permitieron un período de 50 años de acumulación “sin cortes o rupturas cualitativas”.
Aunque, en ese período, se dieron las crisis cíclicas previstas por Marx,
fueron utilizadas por el capitalismo para “autorregularse” y fortalecerse (por
eso, el nombre de “regulacionistas”)[1].
Según Chesnay, la
crisis más importante fue en la década de 1970 (otros autores indican su inicio
a finales de los 60) que divide en dos ese período. Primero existió el “boom
económico de posguerra”, donde el capitalismo logró garantizar, de modo
simultáneo, altos índices de crecimiento económico, buenas tasas de ganancia y
un mejoramiento del nivel de vida de las masas en los países imperialistas y
otras regiones.
Para él, agotados
los mecanismos de acumulación que permitieron el “boom”, el capitalismo utilizó
la crisis de los 70 para iniciar una serie de cambios estructurales muy
profundos. Inicialmente, algunos caracterizaron que había terminado la “época
imperialista” definida por Lenin. Ahora, con un contenido similar pero más
atenuado, hablan de una “nueva fase” de esa “época”: la de la “globalización” o
“mundialización”.
Según algunos de
los defensores de esta concepción, “la enormidad de cambios estructurales en la acumulación del
capital producidos en los últimos 25 años van más allá de la correlación de
fuerzas”[2].
Es decir, son “condicionantes estructurales” de los procesos de la
lucha de clases y le imponen límites objetivos a su desarrollo. Entre esos “cambios estructurales, es
importante mencionar, aunque no vamos a extendernos, la “fragilización” de la clase obrera, resultado de los ataques y
destrucción de conquistas obreras realizados por el capitalismo a partir de la
década de 70 que llevaron a un “debilitamiento
de su capacidad de lucha”, especialmente de su núcleo duro, el proletariado
industrial. De este modo, esta visión se terminó transformando en la base teórica
de las políticas capituladoras y neo-reformistas de numerosas corrientes.
¿Crisis financiera o crisis clásica?
Otro cambio estructural
importante analizado por Chesnay es lo que denomina la “financierización” de la economía y la existencia de un “sistema financiero mundializado”,
caracterizado por una hipertrofia de los mercados de activos financieros y por
un crecimiento continuo del llamado “capital ficticio” o “ilusorio”. Es decir,
que no refleja el aumento de riqueza real (nuevo valor) sino que es el
resultado (casi contable, diríamos) de las propias operaciones financieras. Por
eso, este “capital ficticio mundializado” adquirió una cierta “autonomía” de la
base productiva aunque, a través de los papeles que lo representan y su
rendimiento, se realizan transferencias de masas de valor. La
“financierización”, según las circunstancias, puede impulsar la “economía
productiva” o, como ocurre ahora, representar “un riesgo”. Posteriormente, él
agrega un elemento importante: el centro de este sistema está en EE.UU. (con su
economía cada vez más “financierizada”) mientras el eje productivo mundial se
trasladó a China-Asia.
A partir de este análisis, Chesnay recuerda
la distinción que hace Marx entre dos tipos de “crisis monetarias” o “de
dinero” (aún no se utilizaba el término “financiero”): la primera es sólo un
momento importante de cualquier crisis; la segunda “puede producirse también
de un modo independiente, influyendo luego de rebote sobre la industria y el
comercio”[3].
De esta distinción,
Chesnay concluye que la actual es una “crisis financiera” del segundo tipo de
las definidas por Marx. Es una discusión muy importante para prever su
profundidad y sus posibles dinámicas. Él abre la hipótesis de que la crisis
afecte profundamente a EE.UU. pero que el eje productivo China-Asia pueda
amortiguar sus efectos (“rebotes”) en el conjunto de la “economía real”, tema
que abordaremos en un capítulo específico.
Creemos que la
definición de la situación actual como una “crisis financiera” es equivocada. Para
nosotros, asistimos al inicio de una
crisis clásica originada en la caída de la tasa de ganancias que, en esta
primera fase, se expresa a través de una de una crisis de superproducción en el
mercado inmobiliario y potenciada por una crisis financiera.
Evidentemente, la
hipertrofia que analiza Chesnay es real y existe un “capital ficticio” que
crece constantemente: se estima que el conjunto de operaciones financieras
mundiales exceden cinco o seis veces las que serían necesarias de acuerdo a la
producción mundial y a los activos físicos existentes. Evidentemente, también,
una parte de este capital ficticio puede “valorizarse” (crecer nominalmente) a
través de apuestas especulativas, en las que algunos apostadores ganan y otros
pierden, o creando nuevo capital ficticio. Es decir, de modo “autónomo” o, como
él dice, “sin salir de la esfera de los
mercados financieros”. Sin embargo, en última instancia, una valorización
real de los capitales especulativos sólo puede producirse efectivamente si
logran apoderarse, de modo parasitario, de una parte de la plusvalía extraída
en la producción[4].
La “financierización” y la composición orgánica del
capital
El resultado más
profundo del proceso de “finacierización” es el “sobreincremento de la composición orgánica”. Esto es así porque,
al proceso natural del capitalismo de aumentar en sus inversiones la proporción
de capital constante por sobre el variable (base de la tendencia decreciente de
la tasa de ganancia), se suma también esta masa de capitales especulativos. De
este modo, no sólo aumenta el volumen global de capital circulante sino que,
dentro de él, aumenta aún más la proporción de la parte que no produce nuevo valor,
“sobreincrementando” de modo artificial la composición orgánica porque en el
total de capital circulante decrece cada vez la proporción que sí lo produce
(el capital variable). Por eso, aunque durante un período pueda impulsar la
dinámica de la economía y ayudar a recuperar la tasa de ganancia (como ocurrió
en 2003-2006), en un plazo más largo, la “financierización” se convierte en un
factor adicional que acentúa crecientemente la tendencia a su caída (como está
aconteciendo ahora).
Si consideramos la “hiperecuación de la tasa de ganancia” formulada
por Marx, esto significa que se requiere una masa cada vez mayor de plusvalía
para valorizar a una masa creciente de capitales. Esto obliga al capitalismo
imperialista a acentuar cada vez más los mecanismos de extracción directa e
indirecta de plusvalía absoluta (explotación de los trabajadores, saqueo de
recursos naturales de los países más débiles, ingresos por el cobro de las
deudas externas, etc.). Al mismo tiempo, significa que incluso grandes aumentos
de la tasa de explotación y de la masa de plusvalía extraída son rápidamente
“devorados” y resultan incapaces de sostener la tasa de ganancia a más largo
plazo. Un punto a partir del cual las “inyecciones financieras” no tienen
ninguna posibilidad de resolver la cuestión de fondo. Para nosotros, esa es la
base de la crisis actual y, por eso, la definimos como una crisis clásica que, en esta primera fase, se expresa a través de
una crisis financiera.
La caída de la tasa de ganancia
Este tema siempre
ha sido muy polémico en el marxismo. Además del debate teórico sobre cuál es la
base de las crisis, algunos autores consideran que se trata de una formulación
general de Marx, imposible de demostrar prácticamente por la complejidad de
elementos que intervienen. Sin embargo, otros, como Anwar Shaikh, han creado modelos
matemáticos que permitieron verificarla empíricamente para EE.UU.[5]
En un excelente
trabajo más reciente, dos economistas franceses presentan la secuencia de la
tasa de ganancia en EE.UU., en 1948-2000[6].
Ellos muestran que la tasa promedio, luego de alcanzar un pico del 11% en 1967,
se estancó y comenzó a caer hasta un
piso de 5% en 1980. Luego inició un movimiento aserrado hasta crecer al 7, en
1999, y comenzar a caer nuevamente[7].
Con una metodología
y valores distintos, un autor español establece la secuencia 1929-2005. La
estructura gráfica es parecida: ascenso hasta 1967, descenso hasta 1980,
recuperación irregular hasta 2000. Después se ve una suba en 2003-2004 y un
estancamiento en 2005[8].
Según este autor, ya en 2006 se producía una retracción de las inversiones, lo
que coincidiría con las opiniones que afirman que el inicio abierto de la
actual crisis fue “demorado” o “maquillado”. Es interesante destacar también
que la tasa de 2004 es no sólo menor que la de 1967 sino también al pico
alcanzado en la década del 90.
Es decir, empíricamente
se ha podido demostrar la existencia de la caída de la tasa de ganancia y como ella
coincide con los inicios de las crisis. Al mismo tiempo, hay otra conclusión
importante: por lo menos desde finales de la década de 1960, los ciclos de
ascenso no alcanzan a recuperar las mejores tasas del ciclo anterior. De modo
que, además de la caída específica de cada ciclo, hay una tendencia de más
largo plazo a la declinación.
II. Génesis y configuración de
la crisis actual
Para entender la
configuración específica de la crisis actual, debemos retomar el carácter cada vez más especulativo y
parasitario que toma el capitalismo imperialista en decadencia, al que ya
nos referimos en sus efectos sobre la tasa de ganancia. Existe una masa
creciente de capitales parasitarios, volcados hacia la especulación y la
búsqueda de ganancias rápidas, que se mueven por el mundo con extraordinaria
rapidez. Eso produce una disputa aún más feroz entre los distintos
sectores burgueses por el destino final
de la plusvalía.
Al concentrarse
sobre un determinado mercado nacional o internacional (valores bursátiles,
inmuebles, commodities, etc.), estos capitales originan una “burbuja” que
empuja artificialmente los precios hacia arriba, más allá de toda base real.
Durante un período, la “burbuja” puede actuar como un factor dinamizador de
otras ramas económicas. Sin embargo, al mismo tiempo, la economía en su
conjunto adquiere una fragilidad y una volatilidad mucho mayor al estar basada,
en gran medida, sobre esa “burbuja” y sobre esa afluencia constante de
capitales al sector.
Por eso, en algún
punto, la “burbuja” empieza a desinflarse. La “pinchadura” aparece, a primera
vista, como un resultado de factores específicos, como los límites objetivos
del crecimiento del sector “inflado”. Pero, en última instancia, estos
“factores específicos” reflejan la causa más estructural de las crisis
capitalistas (la caída de la tasa de ganancia). Por otro lado, el agotamiento
de la burbuja en ese sector va a impactar negativamente sobre el resto de las
ramas de la economía empujando hacia una crisis económica generalizada. El
factor desencadenante de la situación actual fue la caída del mercado
inmobiliario en EE.UU. y otros países imperialistas. Es decir, el desinfle de
una gran burbuja.
EE.UU.: problemas económicos muy profundos
El epicentro de los problemas
actuales está en EE.UU. (la economía más grande del planeta).
Tanto el Estado, como las empresas y los consumidores, están sobre-endeudados.
Es decir, deben más que su real capacidad de pago y, muchas veces, más que el
valor real de sus propiedades. La economía estadounidense de los últimos años
se ha ido construyendo sobre los llamados “déficits gemelos” (presupuesto
estatal y balanza de comercio exterior) que han crecido hasta cifras
impronunciables.
Por
eso, para funcionar normalmente, la economía estadounidense necesita que ingresen desde el exterior un
promedio de 3.000 millones de dólares
diarios en préstamos, inversiones directas, compra de bonos del tesoro,
remesas de ganancias y royalties de filiales en el exterior, etc.[9]
Si este ingreso se detuviera, la economía comenzaría a venirse abajo. Por eso,
a través de distintos mecanismos, EE.UU. actúa como una “aspiradora” de toda
una parte de la plusvalía extraída en otras regiones del mundo.
En este sentido, es
muy interesante analizar cómo ha venido funcionando, en los últimos años, el
tándem EE.UU.-China como locomotora del crecimiento económico mundial. La
burguesía estadounidense realizó gigantescas inversiones en China, aprovechando
las condiciones muy favorables ofrecidas. China vende sus productos
industriales a todo el mundo, especialmente a los propios EE.UU. (una de las
causas del aumento constante del déficit de comercio exterior de este país).
Por otro lado, gran parte de las ganancias obtenidas vuelven a EE.UU.,
principalmente para comprar bonos del Tesoro estadounidense. Actualmente, China
es el principal poseedor de estos bonos (con la increíble cifra de 900.000
millones de dólares). De esta forma, se financia una parte del déficit estatal
y se realimenta el circuito económico de EE.UU.[10]
Se establece así una “división
internacional del trabajo” con EE.UU. como centro financiero mundial, China (y
en menor medida India) como “fábrica del mundo” dependiente y otros países
(Brasil, Argentina, Rusia, Venezuela, Medio Oriente) como proveedores de
alimentos, petróleo, gas, minerales, etc.
La génesis de la situación actual
En este marco,
podemos decir que la actual crisis representa un “segundo episodio” de la que el
imperialismo consiguió frenar en 2002. Al mismo tiempo, expresa las
consecuencias de las políticas que el gobierno estadounidense implementó para
frenarla.
En marzo de 2000, se desinfló la
burbuja especulativa en los mercados de valores de EE.UU., poniendo fin a las
delirantes teorías de la “nueva economía” sobre el supuesto crecimiento sin
límites de las empresas de informática e internet (las famosas “punto-com”).
Comenzó así un proceso recesivo en el país pero que pudo ser rápidamente
revertido, a través de dos medidas principales adoptadas por el gobierno de
Bush.
La primera fue el aumento del
presupuesto militar y las inversiones en tecnología y producción bélica. Aunque
esta política, una de las razones del lanzamiento de la “guerra contra el terror”,
aumentaba aún más el déficit presupuestario, al mismo tiempo, dinamizaba la
economía a través del impulso del
poderoso complejo militar-industrial estadounidense. Por
esta vía, el gobierno “inyecta” cerca de 500.000 millones de dólares anuales en
la economía[11]. Algunos economistas han comenzado a llamar esta política como
"keynesianismo militar"[12].
Esta “inyección” permitió la recuperación de empresas como la Boeing , que estaba al borde
de la quiebra y pasó a tener enormes ganancias gracias a los contratos
militares y las rebajas impositivas otorgadas por el gobierno.
Junto con esto, la Federal Reserve ,
entre 2001 y 2003, redujo del 6,25 al 1% anual la tasa de interés interbancaria
(referencia para todas las operaciones crediticias), lo que generó una catarata
de créditos baratísimos sobre el mercado para impulsar el consumo. Estas
medidas, sumadas al funcionamiento “en tándem” con China, permitieron revertir
la recesión. Desde finales de 2002, la economía mundial comenzó a crecer a
tasas muy superiores a la de años anteriores.
Se
pincha la burbuja inmobiliaria
Este tren lanzado a alta
velocidad corría sobre vías muy flojas y con alto riesgo de descarrilamiento,
ya que una de sus bases era la burbuja existente en el mercado inmobiliario y
de la construcción de EE.UU. y otros países. Según Joseph Stiglitz: “Aproximadamente el 80% de la suba del empleo y casi las dos terceras partes del incremento del PBI
de EE.UU, en los últimos años, se
originó directa o indirectamente en el sector inmobiliario”.
Los bancos
impulsaban a familias y empresas a tomar créditos hipotecarios baratos para
comprar inmuebles o hipotecar su casa y utilizar ese dinero para otros
consumos. La construcción pegó un salto impresionante y también se dispararon
los precios de los inmuebles. Inicialmente, esto facilitaba la renovación de
los créditos y, a la vez, atrajo nuevos capitales al sector. Pero toda burbuja
especulativa tiene un límite propio: los nuevos inmuebles construidos ya no
encontraban compradores. Se estima que, en 2006, la venta de inmuebles en
EE.UU. tuvo una caída del 30%. Lógicamente, su precio comenzó a bajar y la
renovación de los créditos hipotecarios ya no cubrían las deudas
adquiridas.
Para alimentar el
mercado, los bancos comenzaron a otorgar préstamos a familias que sabían que
tendrían muchas dificultades para pagar. Así nacieron los llamados “créditos subprime” (de “segunda categoría”) que
comenzaron a ser comercializados como bonos por los bancos, o sus
intermediarios, como la compañía Countrywide. Fueron esos bancos y compañías
los primeros afectados por la crisis.
Al mismo tiempo,
desde 2005, la Fed
fue subiendo gradualmente la tasa de referencia interbancaria aumentando así
los intereses a pagar por los créditos hipotecarios y, con ello, la dificultad
de muchas familias para pagarlos. También aumentaban los impuestos
inmobiliarios y muchas familias y empresas intentaron vender. Algo que, en un
mercado cada vez más saturado, originó una mayor caída de los precios. El
desinfle de la burbuja inmobiliaria llevaba por lo menos un año. Sin embargo,
las empresas y bancos involucrados venían “maquillando” sus registros de estado
de pagos de créditos y de valuación de inmuebles para evitar una caída.
Expansión de la crisis
En un punto, eso
fue insostenible y la situación se manifestó claramente en el sector de la
construcción y comenzó a expandirse a otros, en una clara dinámica recesiva. Ya
nos hemos referido a la caída de grandes bancos inmobiliarios y de inversiones.
También hay un fuerte declive de la industria automotriz: en 2001-2005, vendió
17 millones de vehículos anuales y proyectaba llegar a 20 millones en 2010; las
ventas comenzaron a caer en 2006 y se estima que este año apenas superarán los
15 millones. Esta rama
es el principal sector manufacturero de EE.UU.: representa casi un 4% del PIB y
emplea unos 2,5 millones de trabajadores, directa o indirectamente[13]. Otro dato
significativo es la caída del empleo: entre enero y mayo de 2008, se perdieron 250.000 puestos trabajo,
lo que elevó la tasa de desempleo al 5,5%, el mayor incremento desde febrero de
1986. Sólo el sector de la construcción ya lleva pérdidos más de 120.000
puestos de trabajo, desde septiembre de 2006[14].
En Europa, países como
España también sufren el derrumbe de una
burbuja inmobiliaria. Sólo en el mes de marzo de 2008 ”los afiliados a la Seguridad Social
vinculados a actividades del ladrillo han caído un 1,3%”[15]. En un artículo reciente, el PRT-IR informa que: “Las construcciones iniciadas este ano no
llegan a la mitad de las del pasado y las ventas de las grandes inmobiliarias,
el primer trimestre, han caído un 72%”.
La situación se extiende a otros sectores: “Las ventas del comercio minorista llevan cayendo cinco meses
consecutivos y caen también las ventas de coches (en marzo un 20%) y baja la
producción industrial”.
Trazando
una perspectiva negativa de la actividad de la industria automotriz europea, el
presidente de la Asociación Nacional
de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac)
de España advirtió que la fabricación de coches en la “Europa de los 15” caería este año entre el
13% y el 15% y que “este descenso de la
producción es preocupante porque puede suponer reducciones de empleo en las
plantillas de los constructores automovilísticos”[16].
La falta de confianza
Además de los
problemas específicamente económicos que hacen que la burguesía imperialista comience
a planificar sus inversiones “a la baja”, existe un factor político que también
erosiona su confianza. El curso desfavorable para los EE.UU. de la guerra en Irak
y, más en general, de la política de Bush en Medio Oriente-Asia Menor, es
seguramente, otro factor que ha influido en la génesis de la situación actual,
aunque sea muy difícil de medir su impacto en términos estrictamente
económicos.
Por un lado, la situación
ya ha vuelto como un boomerang sobre los propios EE.UU., debilitando no sólo al
gobierno de Bush y a los republicanos, sino también al conjunto del sistema
político. ¿Podrá una posible presidencia de Barack Obama lidiar con la compleja
combinación de problemas que tiene por delante? Es una pregunta que todavía no
tiene respuesta.
Por el otro,
cuestiona la política de Bush de destinar tantos fondos estatales al complejo
militar industrial (una de las bases de la anterior recuperación) porque esto ni
siquiera ha garantizado triunfos en las intervenciones militares. Es cierto que
esto depende más de una definición política que del curso de la economía. Pero
esa política está siendo cuestionada por sectores burgueses que apoyan a los
demócratas, como los de salud y educación (ver Correo Internacional de junio 2008), que quieren una redistribución
del presupuesto estatal hacia esos rubros. No para reconstruir el “estado de
bienestar” sino para profundizar los sistema mixtos o privados que existen en
esas ramas, a la vez que vestir con un “toque social” la política de Obama. Otros
sectores cuestionan la falta de inversiones en infraestructura básica de
caminos, puertos, etc[17].
[1] La mundialización del Capital (1995)
[2] La actualidad del socialismo y
las tareas de los revolucionarios, documento del MES brasileño, 4/4/2008.
[3] El Capital, Tomo III, pág.
449.
[4] Algo que Chesnay reconoce, pero que sólo menciona casi al pasar, como
para cubrir el flanco.
[5] Ver, por ejemplo, Valor,
acumulación y crisis: ensayos de economía política, Bogota, Tercer Mundo
Editores, 1991.
[6] The
real an financial components of profitability (USA 1948-2000), Gérard
DUMÉNIL and Dominique LÉVY, MODEM-CNRS and CEPREMAP-CNRS, 2005.
[7] Estos autores presentan tres mediciones distintas de la tasa de
ganancia, considerando las diferencias de valuación de los inventarios de las
empresas y la incidencia del pago de impuestos. Aunque presenten valores
diferentes, las figuras y tendencias resultantes son similares por lo que
optamos por tomar el valor que consideramos más real.
[8] Tendencia histórica de la tasa de ganancia en EE.UU. (1929-2006), José Luis González González, en www.geocities.com/redculturalin/tasadeganancia2007.
[9] Esto totaliza la increíble cifra de más de un billón (millón de
millones) de dólares anuales.
[10] En los últimos años, las autoridades monetarias de EE.UU. vienen
alentando la devaluación del dólar frente a las otras monedas fuertes (el euro
y el yen). Esto devaluación les permite reducir el valor real de la deuda que
el fisco de EE.UU. contrae con la venta de bonos del Tesoro. Al mismo tiempo,
como el dólar sigue siendo de hecho el patrón del sistema monetario mundial,
los otros bancos centrales, buscan sostener la cotización del dólar para evitar
una caída demasiada acentuada de su cotización, lo que realimenta la venta de
bonos del Tesoro. Lo mismo ocurre con el gobierno chino y las empresas
radicadas en ese país. Por su peso en la economía mundial, EE.UU. utiliza la
amenaza de “si me caigo yo, se caen todos”. Se trata de un juego que favorece
al sistema financiero-monetario de EE.UU. Pero es un juego muy peligroso que
enrarece el sistema monetario mundial y lo torna mucho más frágil.
[11] En 2006, el presupuesto militar
estadounidense alcanzó la cifra de 447.400 millones de dólares, sin incluir los
100.000 millones de más gastados en las guerras de Irak y Afganistán, que se
votaron por separado. Estos gastos militares se llevan el 21% del presupuesto
federal estadounidense (datos extraídos de Los cinco
pilares del complejo industrial militar de Estados Unidos, publicado en www.iade.com.arg,
29/09/2006).
[12] Referencia a las teorías del economista británico John Maynard Keynes (1883-1946)
que orientaron gran parte de las políticas económicas, financieras y monetarias
de los gobiernos capitalistas entre 1930 y 1975. A diferencia del
“keynesianismo clásico”, el militar disminuye los gastos del Estado en
infraestructura y sectores sociales, para inyectar fondos en el complejo
militar industrial.
[15] El País, Madrid - 23/04/2008
[17] Ver por ejemplo el artículo Infraestructura:
se ven las rajaduras, The Economist (26/6/2008)
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