terça-feira, 9 de outubro de 2012

Minuta sobre Economía Mundial -- parte 1


Minuta sobre Economía Mundial

 

El siguiente material fue presentado por el SI de la LIT-CI para la discusión del punto sobre economía mundial en su reciente IX Congreso, realizado entre el 26 de julio y el 3 de agosto pasado

 

Introducción

 

En junio-julio del año pasado, la crisis del mercado inmobiliario de EE.UU. se expresó en un fuerte sacudón financiero, con epicentro en Wall Street y desde allí comenzó a extenderse al resto del mundo. Los cientos de miles de millones de dólares que los bancos centrales de EE.UU., Europa, Canadá y Japón "derramaron" en los mercados financieros sólo sirvieron para frenar el derrumbe bursátil e impedir la quiebra en cadena de los bancos y otras entidades financieras.

 

Pero la crisis continuó profundizándose, especialmente en EE.UU. A la caída del Bear Stearns, le suceden, en días recientes, la de dos gigantes de la banca inmobiliaria (Fannie Mae y Freddie Mac), una situación muy difícil de uno de los grandes bancos de inversiones (Lehman Brothers) y pérdidas acumuladas por el cuarto trimestre consecutivo de otros  (Citigroup y Wachovia). De los gigantes de inversiones, sólo Goldman Sachs se mantiene entero. Al mismo tiempo, se produce un claro descenso del consumo (expresado, por ejemplo, en la caída de ventas de automóviles) y una pérdida creciente de puestos de trabajo.

 

En Europa, luego del costoso salvataje del BNP Paribás (Francia) y del Northern Rock (Gran Bretaña), todos los indicadores de la economía están frenándose con expresiones más agudas en países que, como España, también tenían su propia “burbuja inmobiliaria”, donde acaba de caer la principal empresa del sector. Además de España, ya se encuentran de hecho en recesión Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda.   

 

Al mismo tiempo, la crisis se expresa y se realimenta con el alza de los precios de los alimentos,  y la inflación en general, que impactan fuerte y directamente sobre el nivel de vida de los trabajadores y las masas y que ya han provocado, hace pocos meses, la llamada “rebelión de los hambrientos”.

 

Por eso, actualmente, casi todos los analistas burgueses coinciden en que EE.UU. ya está en recesión, que esta situación continuará y que tendrá un impacto sobre el conjunto de la economía mundial. La discusión entre ellos gira sobre la profundidad y la duración que alcanzará la crisis y sobre los mecanismos para enfrentarla. Algunos economistas burgueses muy serios, como Stiglitz y Krugman, consideran que se trata de la peor crisis desde 1929. Es decir, no estaríamos frente a una simple crisis cíclica del capitalismo sino frente al inicio de una fase descendente mucho más profunda y duradera.

 

Las crisis de la economía capitalista pueden ser analizadas en tres diferentes aspectos. El primero son los mecanismos estructurales de estas crisis, analizados por Marx en El Capital; el segundo son los rasgos propios que determinan la configuración más especifica de cada crisis y el tercero, finalmente, son sus perspectivas concretas. En este material, trataremos de abordar los tres aspectos, incorporando en su desarrollo las polémicas que existen actualmente en los diferentes análisis que realiza la izquierda a nivel mundial. También incorporaremos las elaboraciones sobre la “crisis de los alimentos” y cómo ésta se entrelaza con la crisis económica en curso.  

 

I. Las bases estructurales de la crisis

 

En El Capital, su obra más importante dedicada al estudio de la economía capitalista, Marx analiza los rasgos fundamentales de las crisis cíclicas del capitalismo:

 

1)      El capitalismo se caracteriza por ser una economía productora de mercancías; es decir, valores destinados a ser vendidos en el mercado.

2)      En la producción de mercancías, solo la fuerza de trabajo crea nuevo valor. Las maquinarias y materias primas se limitan a restituir el valor aportado.

3)      Por eso, Marx clasifica la inversión que realizan los burgueses en capital variable o "v" (salarios para compra de fuerza de trabajo) y capital constante o "c" (compra de los otros factores).

4)      Los capitalistas se apropian de una parte del valor producido por la fuerza de trabajo porque solo pagan una fracción de ese valor, a través del salario. Esa parte del valor apropiado, Marx la denomina plusvalía.

5)      La plusvalía se genera en la producción y se realiza en el mercado, con la venta de las mercancías, siendo así la base de la ganancia de los capitalistas (aumento del capital inicial invertido a través de la capitalización de la plusvalía).

6)      Los capitalistas miden el resultado de su inversión a través de la tasa de ganancia. Es decir, el crecimiento del capital invertido luego de un circuito completo de producción-venta-capitalización de plusvalía.

7)     La competencia lleva a los capitalistas a invertir de modo creciente en maquinarias y tecnología para producir más y a menor costo. Es decir, tiende a aumentar la parte proporcional de capital constante (c) y a disminuir la del capital variable (v). Estas diferentes relaciones entre c y v determinan lo que Marx llama composición orgánica del capital.

8)      El crecimiento proporcional del capital constante en las inversiones permite, en un periodo inicial, un aumento de la tasa de ganancia. Estos elementos (crecimiento simultáneo de las inversiones y de la tasa de ganancias) son los rasgos centrales de la fase ascendente de los ciclos de la economía capitalista.

9)      Posteriormente, sin embargo, la tasa de ganancia comienza a caer, en un proceso que Marx estudia en su Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia.

10)  Al caer la tasa de ganancia, los capitalistas comienzan a disminuir sus inversiones. Se produce así el punto de inflexión que inicia la fase descendente de los ciclos económicos (o crisis cíclica). Las crisis económicas son, entonces, inherentes al sistema capitalista y a su propia estructura de funcionamiento.

11) Al provocar la desinversión, la caída de la tasa de ganancia es la base o esencia de todas las crisis capitalistas. Sin embargo, esta esencia se manifiesta y se hace visible a través de la forma de una crisis de superproducción, es decir comienzan a sobrar mercancías producidas que no encuentran comprador. El surgimiento del capital financiero, en la época imperialista, también determinó que puedan manifestarse inicialmente como crisis financieras, es decir en el mercado de capitales, o combinándose con una crisis de superproducción. Pero, en todos los casos, la base de las mismas es la caída de la tasa de ganancia.  

11)   Al mismo tiempo, las propias crisis generan mecanismos para superar, por un período, las causas que las provocan: quema de capitales (cierre de empresas) y presión a la baja de los salarios por la desocupación, aumentando así la tasa de plusvalía extraída a los trabajadores. Además, el capitalismo ha generado toda otra serie de mecanismos para evitar o atenuar la caída de la tasa de ganancias: centralización del capital en empresas cada vez más grandes, explotación de otros países, intervención del Estado, etc. Sin embargo, lo único que realmente puede sostener la tasa de ganancias en plazos más largos es el aumento de la plusvalía absoluta; es decir, un crecimiento de los ritmos de producción y explotación de los trabajadores mayor que la inversión total de capital.                   

 

Un carácter cada vez más especulativo

 

Estos análisis de Marx siguen teniendo plena vigencia y son imprescindibles para la comprensión de las causas estructurales de cualquier crisis capitalista. Sin embargo, Marx analizó el capitalismo de su época, centrado en el capital industrial, alrededor del cual se ordenaban y se supeditaban los otros sectores (agro-ganadería, banca, comercio, etc.).

 

Posteriormente, como parte del intento de superar la caída de la tasa de ganancia, se dio un proceso determinante: el surgimiento del capital financiero, como resultado de la fusión del capital bancario y el industrial, proceso estudiado por Lenin en su famosa obra sobre el inicio de la fase imperialista (o "superior") del capitalismo. Entre otros procesos negativos de esta fase, el decadente capitalismo imperialista tiene una tendencia especulativa creciente. Es decir, existe una masa cada vez mayor de capitales parasitarios (que no producen nuevo valor ni ayudan a generar las condiciones para crearlo) volcados hacia la especulación y la búsqueda de ganancias rápidas. Capitales que van a disputar la plusvalía producida, tratando de apropiarse de una parte de ella. Como veremos más adelante, esto acentúa el carácter inestable y la fragilidad de la economía capitalista.

 

Los regulacionistas o la “nueva fase” del imperialismo

 

Existen corrientes que, sobrevalorando algunos procesos de la realidad, cuestionan, de hecho, estos análisis de Marx y de Lenin. Ellos consideran que el sistema capitalista imperialista, si bien se torna cada vez más perverso, ha conseguido fortalecerse frente a la clase obrera y asegurarse una sobrevida que alarga la fase de “agonía” definida por Lenin.

 

Por ejemplo, François Chesnay afirma que, después de la II Guerra Mundial, el capitalismo logró mecanismos que le permitieron un período de 50 años de acumulación “sin cortes o rupturas cualitativas”. Aunque, en ese período, se dieron las crisis cíclicas previstas por Marx, fueron utilizadas por el capitalismo para “autorregularse” y fortalecerse (por eso, el nombre de “regulacionistas”)[1].

 

Según Chesnay, la crisis más importante fue en la década de 1970 (otros autores indican su inicio a finales de los 60) que divide en dos ese período. Primero existió el “boom económico de posguerra”, donde el capitalismo logró garantizar, de modo simultáneo, altos índices de crecimiento económico, buenas tasas de ganancia y un mejoramiento del nivel de vida de las masas en los países imperialistas y otras regiones.

 

Para él, agotados los mecanismos de acumulación que permitieron el “boom”, el capitalismo utilizó la crisis de los 70 para iniciar una serie de cambios estructurales muy profundos. Inicialmente, algunos caracterizaron que había terminado la “época imperialista” definida por Lenin. Ahora, con un contenido similar pero más atenuado, hablan de una “nueva fase” de esa “época”: la de la “globalización” o “mundialización”.

 

Según algunos de los defensores de esta concepción, “la enormidad de cambios estructurales en la acumulación del capital producidos en los últimos 25 años van más allá de la correlación de fuerzas”[2]. Es decir, son “condicionantes estructurales” de los procesos de la lucha de clases y le imponen límites objetivos a su desarrollo.  Entre esos “cambios estructurales, es importante mencionar, aunque no vamos a extendernos, la “fragilización” de la clase obrera, resultado de los ataques y destrucción de conquistas obreras realizados por el capitalismo a partir de la década de 70 que llevaron a un “debilitamiento de su capacidad de lucha”, especialmente de su núcleo duro, el proletariado industrial. De este modo, esta visión se terminó transformando en la base teórica de las políticas capituladoras y neo-reformistas de numerosas corrientes.

 

 

¿Crisis financiera o crisis clásica?

 

Otro cambio estructural importante analizado por Chesnay es lo que denomina la “financierización” de la economía y la existencia de un “sistema financiero mundializado”, caracterizado por una hipertrofia de los mercados de activos financieros y por un crecimiento continuo del llamado “capital ficticio” o “ilusorio”. Es decir, que no refleja el aumento de riqueza real (nuevo valor) sino que es el resultado (casi contable, diríamos) de las propias operaciones financieras. Por eso, este “capital ficticio mundializado” adquirió una cierta “autonomía” de la base productiva aunque, a través de los papeles que lo representan y su rendimiento, se realizan transferencias de masas de valor. La “financierización”, según las circunstancias, puede impulsar la “economía productiva” o, como ocurre ahora, representar “un riesgo”. Posteriormente, él agrega un elemento importante: el centro de este sistema está en EE.UU. (con su economía cada vez más “financierizada”) mientras el eje productivo mundial se trasladó a China-Asia.   

 

A partir de este análisis, Chesnay recuerda la distinción que hace Marx entre dos tipos de “crisis monetarias” o “de dinero” (aún no se utilizaba el término “financiero”): la primera es sólo un momento importante de cualquier crisis; la segunda “puede producirse también de un modo independiente, influyendo luego de rebote sobre la industria y el comercio”[3].

 

De esta distinción, Chesnay concluye que la actual es una “crisis financiera” del segundo tipo de las definidas por Marx. Es una discusión muy importante para prever su profundidad y sus posibles dinámicas. Él abre la hipótesis de que la crisis afecte profundamente a EE.UU. pero que el eje productivo China-Asia pueda amortiguar sus efectos (“rebotes”) en el conjunto de la “economía real”, tema que abordaremos en un capítulo específico.

 

Creemos que la definición de la situación actual como una “crisis financiera” es equivocada. Para nosotros, asistimos al inicio de una crisis clásica originada en la caída de la tasa de ganancias que, en esta primera fase, se expresa a través de una de una crisis de superproducción en el mercado inmobiliario y potenciada por una crisis financiera.

 

Evidentemente, la hipertrofia que analiza Chesnay es real y existe un “capital ficticio” que crece constantemente: se estima que el conjunto de operaciones financieras mundiales exceden cinco o seis veces las que serían necesarias de acuerdo a la producción mundial y a los activos físicos existentes. Evidentemente, también, una parte de este capital ficticio puede “valorizarse” (crecer nominalmente) a través de apuestas especulativas, en las que algunos apostadores ganan y otros pierden, o creando nuevo capital ficticio. Es decir, de modo “autónomo” o, como él dice, “sin salir de la esfera de los mercados financieros”. Sin embargo, en última instancia, una valorización real de los capitales especulativos sólo puede producirse efectivamente si logran apoderarse, de modo parasitario, de una parte de la plusvalía extraída en la producción[4].

 

La “financierización” y la composición orgánica del capital

 

El resultado más profundo del proceso de “finacierización” es el “sobreincremento de la composición orgánica”. Esto es así porque, al proceso natural del capitalismo de aumentar en sus inversiones la proporción de capital constante por sobre el variable (base de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia), se suma también esta masa de capitales especulativos. De este modo, no sólo aumenta el volumen global de capital circulante sino que, dentro de él, aumenta aún más la proporción de la parte  que no produce nuevo valor, “sobreincrementando” de modo artificial la composición orgánica porque en el total de capital circulante decrece cada vez la proporción que sí lo produce (el capital variable). Por eso, aunque durante un período pueda impulsar la dinámica de la economía y ayudar a recuperar la tasa de ganancia (como ocurrió en 2003-2006), en un plazo más largo, la “financierización” se convierte en un factor adicional que acentúa crecientemente la tendencia a su caída (como está aconteciendo ahora).

 

Si consideramos la “hiperecuación de la tasa de ganancia” formulada por Marx, esto significa que se requiere una masa cada vez mayor de plusvalía para valorizar a una masa creciente de capitales. Esto obliga al capitalismo imperialista a acentuar cada vez más los mecanismos de extracción directa e indirecta de plusvalía absoluta (explotación de los trabajadores, saqueo de recursos naturales de los países más débiles, ingresos por el cobro de las deudas externas, etc.). Al mismo tiempo, significa que incluso grandes aumentos de la tasa de explotación y de la masa de plusvalía extraída son rápidamente “devorados” y resultan incapaces de sostener la tasa de ganancia a más largo plazo. Un punto a partir del cual las “inyecciones financieras” no tienen ninguna posibilidad de resolver la cuestión de fondo. Para nosotros, esa es la base de la crisis actual y, por eso, la definimos como una crisis clásica que, en esta primera fase, se expresa a través de una crisis financiera.      

 

La caída de la tasa de ganancia

 

Este tema siempre ha sido muy polémico en el marxismo. Además del debate teórico sobre cuál es la base de las crisis, algunos autores consideran que se trata de una formulación general de Marx, imposible de demostrar prácticamente por la complejidad de elementos que intervienen. Sin embargo, otros, como Anwar Shaikh, han creado modelos matemáticos que permitieron verificarla empíricamente para EE.UU.[5] 

 

En un excelente trabajo más reciente, dos economistas franceses presentan la secuencia de la tasa de ganancia en EE.UU., en 1948-2000[6]. Ellos muestran que la tasa promedio, luego de alcanzar un pico del 11% en 1967, se estancó y  comenzó a caer hasta un piso de 5% en 1980. Luego inició un movimiento aserrado hasta crecer al 7, en 1999, y comenzar a caer nuevamente[7].

 

Con una metodología y valores distintos, un autor español establece la secuencia 1929-2005. La estructura gráfica es parecida: ascenso hasta 1967, descenso hasta 1980, recuperación irregular hasta 2000. Después se ve una suba en 2003-2004 y un estancamiento en 2005[8]. Según este autor, ya en 2006 se producía una retracción de las inversiones, lo que coincidiría con las opiniones que afirman que el inicio abierto de la actual crisis fue “demorado” o “maquillado”. Es interesante destacar también que la tasa de 2004 es no sólo menor que la de 1967 sino también al pico alcanzado en la década del 90.

 

Es decir, empíricamente se ha podido demostrar la existencia de la caída de la tasa de ganancia y como ella coincide con los inicios de las crisis. Al mismo tiempo, hay otra conclusión importante: por lo menos desde finales de la década de 1960, los ciclos de ascenso no alcanzan a recuperar las mejores tasas del ciclo anterior. De modo que, además de la caída específica de cada ciclo, hay una tendencia de más largo plazo a la declinación.

 

II. Génesis y configuración de la crisis actual

 

Para entender la configuración específica de la crisis actual, debemos retomar el carácter cada vez más especulativo y parasitario que toma el capitalismo imperialista en decadencia, al que ya nos referimos en sus efectos sobre la tasa de ganancia. Existe una masa creciente de capitales parasitarios, volcados hacia la especulación y la búsqueda de ganancias rápidas, que se mueven por el mundo con extraordinaria rapidez. Eso produce una disputa aún más feroz entre los distintos sectores  burgueses por el destino final de la plusvalía.

 

Al concentrarse sobre un determinado mercado nacional o internacional (valores bursátiles, inmuebles, commodities, etc.), estos capitales originan una “burbuja” que empuja artificialmente los precios hacia arriba, más allá de toda base real. Durante un período, la “burbuja” puede actuar como un factor dinamizador de otras ramas económicas. Sin embargo, al mismo tiempo, la economía en su conjunto adquiere una fragilidad y una volatilidad mucho mayor al estar basada, en gran medida, sobre esa “burbuja” y sobre esa afluencia constante de capitales al sector.

  

Por eso, en algún punto, la “burbuja” empieza a desinflarse. La “pinchadura” aparece, a primera vista, como un resultado de factores específicos, como los límites objetivos del crecimiento del sector “inflado”. Pero, en última instancia, estos “factores específicos” reflejan la causa más estructural de las crisis capitalistas (la caída de la tasa de ganancia). Por otro lado, el agotamiento de la burbuja en ese sector va a impactar negativamente sobre el resto de las ramas de la economía empujando hacia una crisis económica generalizada. El factor desencadenante de la situación actual fue la caída del mercado inmobiliario en EE.UU. y otros países imperialistas. Es decir, el desinfle de una gran burbuja.

 

EE.UU.: problemas económicos muy profundos

 

El epicentro de los problemas actuales está en EE.UU. (la economía más grande del planeta). Tanto el Estado, como las empresas y los consumidores, están sobre-endeudados. Es decir, deben más que su real capacidad de pago y, muchas veces, más que el valor real de sus propiedades. La economía estadounidense de los últimos años se ha ido construyendo sobre los llamados “déficits gemelos” (presupuesto estatal y balanza de comercio exterior) que han crecido hasta cifras impronunciables.

 

Por eso, para funcionar normalmente, la economía estadounidense necesita que ingresen desde el exterior un promedio de 3.000 millones de dólares diarios en préstamos, inversiones directas, compra de bonos del tesoro, remesas de ganancias y royalties de filiales en el exterior, etc.[9] Si este ingreso se detuviera, la economía comenzaría a venirse abajo. Por eso, a través de distintos mecanismos, EE.UU. actúa como una “aspiradora” de toda una parte de la plusvalía extraída en otras regiones del mundo.

 

En este sentido, es muy interesante analizar cómo ha venido funcionando, en los últimos años, el tándem EE.UU.-China como locomotora del crecimiento económico mundial. La burguesía estadounidense realizó gigantescas inversiones en China, aprovechando las condiciones muy favorables ofrecidas. China vende sus productos industriales a todo el mundo, especialmente a los propios EE.UU. (una de las causas del aumento constante del déficit de comercio exterior de este país). Por otro lado, gran parte de las ganancias obtenidas vuelven a EE.UU., principalmente para comprar bonos del Tesoro estadounidense. Actualmente, China es el principal poseedor de estos bonos (con la increíble cifra de 900.000 millones de dólares). De esta forma, se financia una parte del déficit estatal y se realimenta el circuito económico de EE.UU.[10]  Se establece así una “división internacional del trabajo” con EE.UU. como centro financiero mundial, China (y en menor medida India) como “fábrica del mundo” dependiente y otros países (Brasil, Argentina, Rusia, Venezuela, Medio Oriente) como proveedores de alimentos, petróleo, gas, minerales, etc.   

     

La génesis de la situación actual

 

En este marco, podemos decir que la actual crisis representa un “segundo episodio” de la que el imperialismo consiguió frenar en 2002. Al mismo tiempo, expresa las consecuencias de las políticas que el gobierno estadounidense implementó para frenarla.

 

En marzo de 2000, se desinfló la burbuja especulativa en los mercados de valores de EE.UU., poniendo fin a las delirantes teorías de la “nueva economía” sobre el supuesto crecimiento sin límites de las empresas de informática e internet (las famosas “punto-com”). Comenzó así un proceso recesivo en el país pero que pudo ser rápidamente revertido, a través de dos medidas principales adoptadas por el gobierno de Bush.

 

La primera fue el aumento del presupuesto militar y las inversiones en tecnología y producción bélica. Aunque esta política, una de las razones del lanzamiento de la “guerra contra el terror”, aumentaba aún más el déficit presupuestario, al mismo tiempo, dinamizaba la economía  a través del impulso del poderoso complejo militar-industrial estadounidense. Por esta vía, el gobierno “inyecta” cerca de 500.000 millones de dólares anuales en la economía[11]. Algunos economistas han comenzado a llamar esta política como "keynesianismo militar"[12]. Esta “inyección” permitió la recuperación de empresas como la Boeing, que estaba al borde de la quiebra y pasó a tener enormes ganancias gracias a los contratos militares y las rebajas impositivas otorgadas por el gobierno.

 

Junto con esto, la Federal Reserve, entre 2001 y 2003, redujo del 6,25 al 1% anual la tasa de interés interbancaria (referencia para todas las operaciones crediticias), lo que generó una catarata de créditos baratísimos sobre el mercado para impulsar el consumo. Estas medidas, sumadas al funcionamiento “en tándem” con China, permitieron revertir la recesión. Desde finales de 2002, la economía mundial comenzó a crecer a tasas muy superiores a la de años anteriores.      

 

Se pincha la burbuja inmobiliaria

 

Este tren lanzado a alta velocidad corría sobre vías muy flojas y con alto riesgo de descarrilamiento, ya que una de sus bases era la burbuja existente en el mercado inmobiliario y de la construcción de EE.UU. y otros países. Según Joseph Stiglitz: Aproximadamente el 80% de la suba del empleo y casi las dos terceras partes del incremento del PBI de EE.UU, en los últimos años, se originó directa o indirectamente en el sector inmobiliario”.

 

Los bancos impulsaban a familias y empresas a tomar créditos hipotecarios baratos para comprar inmuebles o hipotecar su casa y utilizar ese dinero para otros consumos. La construcción pegó un salto impresionante y también se dispararon los precios de los inmuebles. Inicialmente, esto facilitaba la renovación de los créditos y, a la vez, atrajo nuevos capitales al sector. Pero toda burbuja especulativa tiene un límite propio: los nuevos inmuebles construidos ya no encontraban compradores. Se estima que, en 2006, la venta de inmuebles en EE.UU. tuvo una caída del 30%. Lógicamente, su precio comenzó a bajar y la renovación de los créditos hipotecarios ya no cubrían las deudas adquiridas.     

 

Para alimentar el mercado, los bancos comenzaron a otorgar préstamos a familias que sabían que tendrían muchas dificultades para pagar. Así nacieron los llamados “créditos subprime” (de “segunda categoría”) que comenzaron a ser comercializados como bonos por los bancos, o sus intermediarios, como la compañía Countrywide. Fueron esos bancos y compañías los primeros afectados por la crisis.

 

Al mismo tiempo, desde 2005, la Fed fue subiendo gradualmente la tasa de referencia interbancaria aumentando así los intereses a pagar por los créditos hipotecarios y, con ello, la dificultad de muchas familias para pagarlos. También aumentaban los impuestos inmobiliarios y muchas familias y empresas intentaron vender. Algo que, en un mercado cada vez más saturado, originó una mayor caída de los precios. El desinfle de la burbuja inmobiliaria llevaba por lo menos un año. Sin embargo, las empresas y bancos involucrados venían “maquillando” sus registros de estado de pagos de créditos y de valuación de inmuebles para evitar una caída.

 

Expansión de la crisis

 

En un punto, eso fue insostenible y la situación se manifestó claramente en el sector de la construcción y comenzó a expandirse a otros, en una clara dinámica recesiva. Ya nos hemos referido a la caída de grandes bancos inmobiliarios y de inversiones. También hay un fuerte declive de la industria automotriz: en 2001-2005, vendió 17 millones de vehículos anuales y proyectaba llegar a 20 millones en 2010; las ventas comenzaron a caer en 2006 y se estima que este año apenas superarán los 15 millones. Esta rama es el principal sector manufacturero de EE.UU.: representa casi un 4% del PIB y emplea unos 2,5 millones de trabajadores, directa o indirectamente[13]. Otro dato significativo es la caída del empleo: entre enero y mayo de  2008, se perdieron 250.000 puestos trabajo, lo que elevó la tasa de desempleo al 5,5%, el mayor incremento desde febrero de 1986. Sólo el sector de la construcción ya lleva pérdidos más de 120.000 puestos de trabajo, desde septiembre de 2006[14].

 

En Europa, países como España también sufren el derrumbe de  una burbuja inmobiliaria. Sólo en el mes de marzo de 2008 ”los afiliados a la Seguridad Social vinculados a actividades del ladrillo han caído un 1,3%”[15]. En un artículo reciente, el PRT-IR informa que: “Las construcciones iniciadas este ano no llegan a la mitad de las del pasado y las ventas de las grandes inmobiliarias, el primer trimestre, han caído un 72%”.  La situación se extiende a otros sectores: “Las ventas del comercio minorista llevan cayendo cinco meses consecutivos y caen también las ventas de coches (en marzo un 20%) y baja la producción industrial”.

 

Trazando una perspectiva negativa de la actividad de la industria automotriz europea, el presidente de la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac) de España advirtió que la fabricación de coches en la “Europa de los 15” caería este año entre el 13% y el 15% y que “este descenso de la producción es preocupante porque puede suponer reducciones de empleo en las plantillas de los constructores automovilísticos”[16].



La falta de confianza

 

Además de los problemas específicamente económicos que hacen que la burguesía imperialista comience a planificar sus inversiones “a la baja”, existe un factor político que también erosiona su confianza. El curso desfavorable para los EE.UU. de la guerra en Irak y, más en general, de la política de Bush en Medio Oriente-Asia Menor, es seguramente, otro factor que ha influido en la génesis de la situación actual, aunque sea muy difícil de medir su impacto en términos estrictamente económicos.

 

Por un lado, la situación ya ha vuelto como un boomerang sobre los propios EE.UU., debilitando no sólo al gobierno de Bush y a los republicanos, sino también al conjunto del sistema político. ¿Podrá una posible presidencia de Barack Obama lidiar con la compleja combinación de problemas que tiene por delante? Es una pregunta que todavía no tiene respuesta.

 

Por el otro, cuestiona la política de Bush de destinar tantos fondos estatales al complejo militar industrial (una de las bases de la anterior recuperación) porque esto ni siquiera ha garantizado triunfos en las intervenciones militares. Es cierto que esto depende más de una definición política que del curso de la economía. Pero esa política está siendo cuestionada por sectores burgueses que apoyan a los demócratas, como los de salud y educación (ver Correo Internacional de junio 2008), que quieren una redistribución del presupuesto estatal hacia esos rubros. No para reconstruir el “estado de bienestar” sino para profundizar los sistema mixtos o privados que existen en esas ramas, a la vez que vestir con un “toque social” la política de Obama. Otros sectores cuestionan la falta de inversiones en infraestructura básica de caminos, puertos, etc[17].



[1] La mundialización del Capital (1995)
[2] La actualidad del socialismo y las tareas de los revolucionarios, documento del MES brasileño, 4/4/2008.
[3] El Capital, Tomo III, pág. 449.
[4] Algo que Chesnay reconoce, pero que sólo menciona casi al pasar, como para cubrir el flanco.
[5] Ver, por ejemplo, Valor, acumulación y crisis: ensayos de economía política, Bogota, Tercer Mundo Editores, 1991.
[6]  The real an financial components of profitability (USA 1948-2000), Gérard DUMÉNIL and Dominique LÉVY, MODEM-CNRS and CEPREMAP-CNRS, 2005.
[7] Estos autores presentan tres mediciones distintas de la tasa de ganancia, considerando las diferencias de valuación de los inventarios de las empresas y la incidencia del pago de impuestos. Aunque presenten valores diferentes, las figuras y tendencias resultantes son similares por lo que optamos por tomar el valor que consideramos más real.
[8] Tendencia histórica de la tasa de ganancia en EE.UU. (1929-2006), José Luis González González, en www.geocities.com/redculturalin/tasadeganancia2007.
[9] Esto totaliza la increíble cifra de más de un billón (millón de millones) de dólares anuales.
[10] En los últimos años, las autoridades monetarias de EE.UU. vienen alentando la devaluación del dólar frente a las otras monedas fuertes (el euro y el yen). Esto devaluación les permite reducir el valor real de la deuda que el fisco de EE.UU. contrae con la venta de bonos del Tesoro. Al mismo tiempo, como el dólar sigue siendo de hecho el patrón del sistema monetario mundial, los otros bancos centrales, buscan sostener la cotización del dólar para evitar una caída demasiada acentuada de su cotización, lo que realimenta la venta de bonos del Tesoro. Lo mismo ocurre con el gobierno chino y las empresas radicadas en ese país. Por su peso en la economía mundial, EE.UU. utiliza la amenaza de “si me caigo yo, se caen todos”. Se trata de un juego que favorece al sistema financiero-monetario de EE.UU. Pero es un juego muy peligroso que enrarece el sistema monetario mundial y lo torna mucho más frágil.           
[11] En 2006, el presupuesto militar estadounidense alcanzó la cifra de 447.400 millones de dólares, sin incluir los 100.000 millones de más gastados en las guerras de Irak y Afganistán, que se votaron por separado. Estos gastos militares se llevan el 21% del presupuesto federal estadounidense (datos extraídos de Los cinco pilares del complejo industrial militar de Estados Unidos, publicado en www.iade.com.arg, 29/09/2006).
[12] Referencia a las teorías del economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) que orientaron gran parte de las políticas económicas, financieras y monetarias de los gobiernos capitalistas entre 1930 y 1975. A diferencia del “keynesianismo clásico”, el militar disminuye los gastos del Estado en infraestructura y sectores sociales, para inyectar fondos en el complejo militar industrial.  
[13] También estalla la burbuja automotriz, Wall Street Journal, 21/05/08
[15] El País, Madrid - 23/04/2008
[17] Ver por ejemplo el artículo Infraestructura: se ven las rajaduras, The Economist (26/6/2008)

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